Para los que vivimos durante todo el
año en los pueblos, agosto es ese quiero y no puedo, ese ven y vete pronto, ese
caramelo que se le queda pegado el papel, es cuento que se evapora, esa sensación
agridulce de teneros al alcance y no poder disfrutaros. Agosto es una caja con
candados y las llaves perdidas en el fondo del Águeda.
Agosto está hecho para los que estáis
de vacaciones, que podéis pararos a hablar con unos y con otros, disfrutar de
la gente que veis en todo el año, sin embargo los que vivimos aquí en agosto no
tenemos tiempo ni para nosotros mismos, pues los trabajos se multiplican y
tenemos que atenderlo todo.
Una es apasionada de la gente y sus
vivencias siente no poder entrevistar a muchos de los que hacéis una escapada
por Villar de Ciervo a desconectar de la rutina, a respirar pasado, a sentiros
en casa. En agosto es difícil mantener vuestro ritmo festivo cuando toca
madrugar al día siguiente, cuando llevas incontables jornadas sin librar.
Y casualmente es en agosto cuando
disponemos de más variedad de eventos, más variedad de planes y más variedad de
personas con quien compartir momentos. Cuando el tiempo es perfecto, cuando nos
falta el tiempo.
En parte, el mes de agosto
distorsiona a las personas que convivimos juntas todo el año pero siempre llega
septiembre para diluir la neblina. Os queremos mucho pero nos duelen los
agostos.
Marina
Valdés